El tiempo, siquiera llegado un momento de echar la vista atrás, sigue su camino sin piedad y el ser envejece igualmente. En ese instante de observación de su destrucción o, más bien de su mutación, éste advierte que su piel es un instante menos joven, de igual modo, su pensamiento ha crecido un instante… Lo que no queda, sigue su camino… como un fluido que recorre una superficie aleatoriamente pero de manera controlada por ese pensamiento que no se desvanece nunca y que permanece o no en el olvido. Es ahí donde esta obra encuentra su significado: de nuevo el tiempo.
En la obra de Riera no busquemos discursos manieristas ni artificiosas catarsis; busquemos un diálogo más perceptible, más cercano a nuestro ser consciente que la teoría del buen observador pueda sugerir en manuales estériles. Hay una naturaleza escasa pero fecunda, como la que se puede hayar en una gota de agua. No tratemos de descifrar mensajes escondidos porque su imagen devuelve un discurso tan perceptible como mirar el cielo nocturno y hacerse mil preguntas.
El uso de pinturas diluidas deja marcado su recorrido natural fluyendo por la superficie del soporte, lo que resalta si cabe más su carácter efímero y confiere a la materia un aspecto frágil, como frágil es el ser. Una especie de sumi-e en colores que escapan por el líquido como lo hace el transcurrir de la existencia.
En palabras del autor: aquello que no se adapta, es lo que permanece sólido en su afán de permanencia, frente al estado fluido de las cosas que presentan una mayor mutabilidad en su constante adaptación al progreso.
La muestra se compone de varios acr’licos sobre tela y de una serie de dibujos realizados con grafito y rotuladores.
Braulio Rodríguez
INAUGURACIÓN: SÁBADO, 14 DE DICIEMBRE DE 2013, a partir de las 18h.
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